Obesidad infantil: problema de salud pública del siglo XXI

La conclusión principal es que la obesidad infantil se ha convertido en un problema grave que tendrá consecuencias en la salud de los adultos del futuro si no se toman las medidas oportunas de manera urgente.

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Desde hace décadas, las cifras de niños con exceso de peso han ido engordando poco a poco sin que ninguna de las iniciativas puestas en marcha para luchar contra la epidemia de la obesidad y el sobrepeso haya dado resultado. El futuro se presenta poco prometedor si esta tendencia a la obesidad continúa creciendo.

Los expertos señalan que el exceso de peso entre los niños es uno de los problemas de salud pública más importantes del siglo XXI.

Esta situación resulta paradójica en tanto en cuanto coexiste con otro de los grandes problemas de salud totalmente opuesta, la desnutrición.

Según la OMS, en los países en desarrollo con economías emergentes (clasificados por el Banco Mundial como países de ingresos bajos y medianos), la prevalencia de sobrepeso y obesidad infantil entre los niños en edad preescolar supera el 30%

Por tanto, conviene tener en cuenta las consecuencias.

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 La obesidad infantil está asociada a una amplia gama de complicaciones de salud graves y a un creciente riesgo de contraer enfermedades de forma prematura; entre ellas, diabetes y cardiopatías.

Además, los niños obesos tienen más probabilidades de desarrollar una serie de problemas de salud en edad adulta: cardiopatías, resistencia a la insulina (con frecuencia es un signo temprano de diabetes inminente), trastornos osteomusculares (especialmente artrosis, una enfermedad degenerativa muy incapacitante que afecta las articulaciones), algunos tipos de cáncer (endometrio, mama y colon) y discapacidad.

Por lo tanto, para la ONU, afrontar el problema de la obesidad infantil, además de ayudar a mejorar la salud de los niños, también es una oportunidad de reducir los efectos de las enfermedades graves en el futuro.

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Los agravantes

Los agravantes del problema mundial de sobrepeso y obesidad no se reducen a uno solo. Según la OMS, cada aspecto concreto del entorno en que los niños se conciben, nacen y crecen puede empeorar los riesgos de padecer este tipo de enfermedad crónica:

  1. Durante el embarazo, la diabetes gestacional puede dar lugar a un mayor peso al nacer y aumentar el riesgo de obesidad en el futuro.
  2. La elección de alimentos saludables para los lactantes y los niños pequeños es crucial, ya que las preferencias de alimentación se establecen muy temprano en la vida. La alimentación del lactante con alimentos hipercalóricos con altos contenidos de grasa, azúcar y sal es uno de los principales factores que propician la obesidad infantil.
  3. La falta de información acerca de enfoques sólidos respecto de la nutrición, así como la limitada disponibilidad y asequibilidad de los alimentos sanos contribuyen a agravar el problema.
  4. La promoción intensiva de alimentos y bebidas hipercalóricas para los niños y las familias lo exacerban más aún.
  5. En algunas sociedades, ciertas pautas culturales muy arraigadas (tales como la creencia generalizada de que un bebé gordo es un bebé sano) pueden alentar a la familias a sobrealimentar a sus niños.
  6. El mundo, cada vez más urbanizado y digitalizado, ofrece menos posibilidades para la actividad física. Además, el sobrepeso o la obesidad reducen las oportunidades de los niños para participar en actividades físicas grupales. Por lo tanto, se vuelven menos activos físicamente, lo que los predispone a tener cada vez más sobrepeso.

Y en el país, una alta tasa de ellos está expuesto a estas condiciones, pues el 34% de los niños menores de seis años padece malnutrición por exceso.

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